
Cuidar bajo el sol: aprender a leer las señales
El sol no es enemigo ni aliado automático. Es energía intensa. Aprender a leer cómo reaccionan las plantas al calor cambia por completo la forma de cuidarlas, y también nuestra manera de intervenir.
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La Alocasia pertenece a la familia Araceae y es originaria de las selvas húmedas de Asia y Oceanía. En su ambiente natural puede superar el metro y medio de altura, con hojas enormes en forma de flecha que parecen salidas de un paisaje exótico.
En interiores, si las condiciones son las adecuadas, puede alcanzar dimensiones realmente impresionantes.
Su crecimiento depende de tres factores clave: luz, humedad y sustrato vivo.
La Alocasia necesita mucha luz indirecta. No tolera el sol directo (puede quemar sus hojas), pero sí necesita claridad durante varias horas al día.
Ubicala cerca de una ventana orientada al este o al oeste, donde reciba unas 5 o 6 horas de luz filtrada.
Un truco simple: si notás que sus hojas se inclinan hacia un lado, girá la maceta una vez por semana para mantener un crecimiento equilibrado.
El sustrato es la base de todo. Para que la Alocasia crezca fuerte, necesitás una mezcla ligera, aireada y rica en nutrientes.
Podés prepararlo combinando:
turba o fibra de coco,
perlita o vermiculita,
y un poco de bokashi o compost orgánico para activar la microvida del suelo.
El bokashi, al ser un abono fermentado, mejora la estructura del sustrato y estimula raíces más fuertes, algo fundamental en plantas de crecimiento vigoroso.
También podés sumar biocarbón para retener humedad y nutrientes por más tiempo, algo que las Alocasias agradecen especialmente.
Aunque proviene de zonas húmedas, la Alocasia no soporta el exceso de agua.
Dejá secar los primeros centímetros del sustrato antes de volver a regar y asegurate de que la maceta tenga buen drenaje.
Además, pulverizá sus hojas con agua limpia varias veces por semana o colocá un humidificador cerca. Mantener la humedad ambiental estable evita que las hojas se sequen o pierdan brillo.
Un tip extra: incorporar MEN (microorganismos eficientes naturales) diluidos en el agua de riego cada 15 días ayuda a mantener las raíces sanas y libres de hongos.
Las hojas de la Alocasia son grandes, vistosas y sensibles.
Limpialas suavemente con un paño húmedo para retirar el polvo y permití que respiren.
Cada 15 días, aplicá un insecticida orgánico o jabón potásico para prevenir cochinillas y otros visitantes no deseados.
También podés rociarlas con una mezcla de agua y MEN (en baja concentración), que ayuda a mantener la superficie libre de hongos y aporta una película natural protectora.
Cuando las hojas se ponen amarillas o débiles, cortalas desde la base con una tijera limpia.
Esto permite que la planta concentre su energía en producir brotes nuevos.
Una buena señal de que tu Alocasia está feliz es cuando empieza a sacar hojas una detrás de otra, cada vez más grandes.
Cuidar una Alocasia es aprender a crear un pequeño clima tropical dentro de casa: luz suave, humedad equilibrada y un suelo lleno de vida.
Si le das lo que necesita, te lo va a devolver multiplicado, con hojas gigantes y un verde intenso imposible de ignorar.
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El sol no es enemigo ni aliado automático. Es energía intensa. Aprender a leer cómo reaccionan las plantas al calor cambia por completo la forma de cuidarlas, y también nuestra manera de intervenir.

El calor no es un enemigo. Es un cambio de ritmo. Acompañarlo con conciencia puede marcar la diferencia en tus plantas… y en vos.
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