
Cuidar bajo el sol: aprender a leer las señales
El sol no es enemigo ni aliado automático. Es energía intensa. Aprender a leer cómo reaccionan las plantas al calor cambia por completo la forma de cuidarlas, y también nuestra manera de intervenir.
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La primavera tiene algo de magia: de pronto, el frío empieza a aflojar, los días se alargan y los colores regresan con fuerza. Entre todos, hay uno que resplandece: el amarillo. Como pequeños soles en cada tallo, las flores amarillas se convirtieron en el gesto de bienvenida a la estación del renacer.
Regalar flores amarillas en primavera es una costumbre que se consolidó en los últimos años, impulsada por la cultura popular y las redes sociales. En Argentina, la novela Floricienta inmortalizó la escena de un ramo amarillo como símbolo de amor y alegría, y desde entonces la tradición se viralizó. Hoy, cada septiembre, es una excusa para compartir luz, cariño y esperanza.
Alegría y vitalidad: el amarillo se asocia con el sol, la energía y el optimismo.
Renovación: es el color de los comienzos, de las primeras luces del día y de la nueva temporada que empieza.
Amistad y calidez: a diferencia de los rojos apasionados, el amarillo transmite cercanía, ternura y buenos deseos.
Un llamado a la atención: en la naturaleza, el amarillo resalta, atrae polinizadores y, en nuestras manos, atrae sonrisas.
La primavera es el momento en que todo se abre, florece y vuelve a latir. El amarillo es la traducción perfecta de esa estación: es luz, es calor, es vida que regresa. Regalar flores amarillas es, en cierto modo, regalar un pedacito de sol.
Elegí flores que hablen de vos: girasoles, rosas, margaritas o lirios amarillos.
Sumales una nota personal, un gesto, un abrazo: lo importante es la intención.
Compartilas no solo en pareja: también con amistades, familia o con vos misma como regalo de luz.
Las flores amarillas son el recordatorio de que el invierno no dura para siempre. Son promesa de días largos, de calor suave y de brotes nuevos. Cuando regalamos una, regalamos también un deseo: que la vida vuelva a florecer en quien la recibe.

El sol no es enemigo ni aliado automático. Es energía intensa. Aprender a leer cómo reaccionan las plantas al calor cambia por completo la forma de cuidarlas, y también nuestra manera de intervenir.

El calor no es un enemigo. Es un cambio de ritmo. Acompañarlo con conciencia puede marcar la diferencia en tus plantas… y en vos.
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